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Vivir para lo eterno


Escrito por Velko Marušić | CEO Dracma Perdida @dracmaperdida.pe


Hace algún tiempo, mientras estaba estudiando, me ofrecieron la oportunidad de realizar un posgrado en el extranjero. Sonaba como el sueño de cualquier persona ambiciosa. Me lo propusieron porque algunos me consideraban intelectualmente talentoso. Sin embargo, había una condición: sacrificar mi relación con Jesús.

Cuando dije que no, la decepción en los rostros de quienes me rodeaban era evidente. Algunos pensaron que estaba desperdiciando mi tiempo, mi talento, y hasta mi futuro. Pero para mí, no había duda. Un millón de veces prefiero el camino estrecho, difícil y a menudo incomprendido, al camino amplio y fácil que compromete mi fe.

La verdad es que, si es voluntad de Dios que algún día alcance una posición de prestigio, sucederá a Su tiempo y no al mío. Hoy, prefiero concentrarme en servirle, aunque eso implique estar en el anonimato, sin reconocimiento ni aplausos.

Quizás te encuentres en una situación similar, sirviendo en un lugar poco conocido, donde parece que nadie nota lo que haces. Déjame recordarte esto: Dios lo ve todo. Cada acto de amor que realices en Su nombre, aunque sea pequeño a los ojos de los hombres, tiene un gran valor en el Cielo.

En Colosenses 3:12-17, Pablo nos da una hoja de ruta para vivir en el nombre de Jesús:

1. Hazlo todo para la gloria de Dios.
"Y todo lo que hagáis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de Él" (Colosenses 3:17). 

Ya sea una tarea simple o un proyecto grande, hazlo con excelencia, como si fuera para el Señor y no para los hombres.

2. Refleja a Jesús en tu carácter.
"Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia" (Colosenses 3:12). 

Cada palabra y acción debe mostrar amor, humildad y gentileza, para que otros puedan ver a Jesús en ti.

3. Deja que la paz gobierne tu corazón.
"Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones" (Colosenses 3:15). 

Sé un pacificador, alguien que lleva paz incluso en medio de las tormentas, confiando en que Dios tiene el control.

4. Perdona y da gracias.
"Perdonándoos unos a otros; de la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros" (Colosenses 3:13).

El perdón debe ser tu bandera, y la gratitud, tu actitud.


Nuestra misión como hijos de Dios es clara: reflejar a Cristo en todo lo que hacemos y vivimos. Al final, no trabajamos para el aplauso humano ni para una recompensa terrenal, sino para la única recompensa que importa: la de nuestro Señor Jesús.

Así que, sigue adelante. Aunque nadie te vea o reconozca, recuerda que Dios sí lo hace, y Él jamás dejará en el olvido el amor y dedicación que pones en Su nombre.

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